Visiones del que ya estaba

Él ya estaba allí. Plantado en su pecho de andantes raíces se enteró con los vientos de la Sierra que Emérita Segredo, la maestra, propuso a sus compañeros del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana la idea de subirle. Eran los muchachos de Gonzalo de Quesada y Miranda, así que no cabía esperar sino respeto.

Las nubes, tan dadas a seguirle la charla, le avisaron que Jilma, la escultora cubana de Madera Valiente que ya había parido el busto de la Fragua, le daría forma y consistencia a esas ansias tan nuestras de colocar lo más grande en lo más alto.

Para ganar el concurso del texto de la tarja, Jilma misma le pediría una frase: “Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos y sienten con entrañas de nación o de humanidad”, recordó el que ya estaba para que allí lo inscribieran. Era en el fondo un concurso de él contra él o de sí con sí mismo, del contendiente múltiple que se presentaba al jurado con los reales “seudónimos” de sus  seguidores. Y el hombre escaso tuvo que ganar.