Un regalo

Aunque algunos no se enteren, en Cuba también se acaba el año. Y una amiga me hace un regalo. Me ofrece las Obras Escogidas de Martí en tres tomos, y los tomos uno, dos y ocho de las Obras Completas que en relucientes cuadernos azules están vendiendo desde hace un tiempo las librerías cubanas.
 
Siendo honrado, tengo que ponerle un pero y pedirle un para:
 
―Es que ya tengo las ...Escogidas, pero si me las das para el niño...
 
Ella acepta. Yo diría que hasta se ve complacida de traspasarle las toneladas de ideas que lleva ese millar de páginas a Daniel, que tiene apenas 13 años. Y hasta se las dedica.
 
Yo marcho a casa, en caminata de pensamientos, alegre con mi carga. Porque no puedo todavía comprar la luenga fila de libros azules que desafían mis ansias en un anaquel, agradezco más el regalo.
 
Como sucede con ciertos libros sagrados, debía prohibirse vender a Martí, al menos en Cuba. ¿Hay crédito mejor para llevarlo bajo el brazo que sentirse martiano? La palabra de un Apóstol no cabe en una página. Muchos menos en un precio.