Se busca una voz, viva o no muerta


Tal vez sí. O quizás no. ¿Quién sabe si sea cierto que su voz está apenas dormida en dos cilindros de cera, aguardando una fecha para sorprendernos con frase desconocida?

Es posible que él y Thomas Edison se hayan encontrado en el bullicio de Nueva York y decidieran que una expresión del genio del pensamiento debía registrarse en un aparato del genio de la inventiva para esperar un futuro que a ambos les era demasiado familiar.

Hay quien sugiere, para dejarnos más golosos de la esperanza, que la jornada haya sido aquella sublime y única del 24 de mayo de 1893 en Hardman Hall, donde Rubén Darío estuvo a su lado en discurso patriotico con talante de alumno emocionado que en un abrazo recibió este saludo:

¡Hijo!

Un fonógrafo: en esta época de máquinas inteligentes y otras no tanto, doy ahora mismo mi reino de ansias por un fonógrafo, uno que tiente con imanes de reverencia esos perdidos cilindros de histórica geometría, hechos con la cera precisa de la virtud.