El ángel de las canteras

Hay algo que no se ha dicho claramente en casi un siglo y medio: aquel niño no estuvo solo en las canteras. Con él padeció Leonor,  la de mártir corazón lleno de espinas que olvidó su temple de Doña para escribirles palabras suplicantes a los verdugos del hijo.
 
Con él trabajó Mariano, el áspero celador cuyas manos se tornaron seda mientras curaba con almohadillas cosidas por su mujer las llagas del vástago maltratado.
 
Y las hermanas... aquella nube de trenzas, de lazos y mariposas inquietas que le adornaron la vida también desfilaba en  sueños por las piedras, empujando un cuerpo que, aún a medio crecer, intercambiaba firmes tajazos con la tierra desde las cuatro y media de la mañana hasta que el sol se llevaba la luz para parar la vergüenza.
 
Lustros después, la hermosa Carmen palparía la ingle dañada de su hombre, marcado por los hierros de San Lázaro y por una muy suya propensión a andar los trillos más difíciles. Nada podía vencerle: de esa ingle estrujada sacó el príncipe más bello, y más enano, y de los grillos hizo nacer la sortija que bautizó con el nombre de su amada más amante: Cuba.
 
Esto somos los martianos: seguidores de aquel niño. No más. Nada menos. Por San Lázaro marchamos, pico al hombro, legiones de aprendices de virtud en  busca del polvoso camino de la estrella. Allá está parado, hecho luz, el adolescente que nos inspira: cada vez que él compadece al viejo Nicolás del Castillo o alivia al niño Lino Figueredo, nosotros le seguimos, pesada la cadera y enjaulados los tobillos.
 
Veámosle así, celeste y terrenal, como infidente de la Primera Brigada de Ángeles, único ángel que supo volar encadenado. A la sombra de sus alas de bisoño Mayor General uno no puede menos que sentir que se llama 113 y no puede, tampoco, refrenar unas ganas sin fondo de ayudar al muchacho a cargar sus cadenas.

4 comentarios:

  1. Uffff!!! hermoso... como escribió una vez el propio Martí: "Y es que mi alma, si me miras, crece / y no hay nada después que me has mirado"
    Justamente eso me pasa cuando te leo.
    Fiel al pie de tus letras, meli

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  2. Y yo fiel a tu fidelidad, Melissa. Si fidelidades así impresionaron al gran Martí, qué no harán en este pobre seguidor. Gracias por tus letras de aliento.

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  3. Modesto, sencillo, pero inmenso, sin pretender compararte...

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  4. Gracias por no compararme. Y gracias por leer este post que, en efecto, no pretende más que susurrar a otros oídos la grandeza de Martí.

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