Mejorando Mejoranas

Aunque no hubo testigos presenciales, algunas personas apostadas en las cercanías refirieron haber escuchado voces altas que rompieron la mudez de la campiña. Sea: si dijeran que las palabras treparon las montañas azules de la Sierra y quebraron algún que otro pico, también se les creería, porque el trío reunido en la pequeña habitación de aquel ingenio concentraba las voces más poderosas de Cuba: las de Martí, Maceo y Gómez, tres hombres distintos con un rasgo común: ayer, como hoy, nadie podía acallarlos.

Allí no había un titán, sino tres; no era uno el gran pensador: sus ideas se complementaban perfectamente; tampoco mayoreaba un estratega porque cada uno deponía la propia ante la estrategia de la patria. Era, en efecto, ese tipo de discusión sólo apta para seres humanos especiales. No extraña entonces que —pese a que los protagonistas en seguida se curaron mutuamente las heridas que mutuamente se hicieron en el diálogo— en nosotros, las personas comunes, perdure ese miedo atávico al asunto.

Pero, a fin de cuentos, ¿qué pasó en La Mejorana?

Al Diario de Campaña de José Martí le falta una página, la del 6 de mayo de 1895, y no desapareció precisamente en un acto de magia. En ella, con toda seguridad, asentó sus pareceres sobre la jornada previa, cuando el antiguo ingenio cercano a Dos Caminos de San Luis, en Santiago de Cuba, sirvió de sede a una de las reuniones más ásperas de la lucha independentista cubana. Siempre se ha dicho que Gómez —¿por viejo, por sabio o por ambos?— suprimió esa hoja del cuaderno original para evitar se hiciera pública la controversia que, además de a él mismo, involucró a su principal General y al más completo organizador de la
Revolución.

Pese a esa pérdida, la correspondencia del día sobrevivió como relatora de la pesadumbre martiana por su coloquio con Maceo. El Lugarteniente se dice apurado porque no le sorprenda la noche en larga cabalgata rumbo a sus fuerzas, esas mismas que, según Martí, “…no nos lleva a verlas”.

Gómez no arrancó la página de su propio Diario, pero se arrancó a sí mismo muchas palabras para apuntar sobre Maceo, en lacónica coincidencia con Martí: “… como a eso de las 4 de la tarde nos condujo a las afueras de su campamento, en donde pernoctamos solos y desamparados, apenas escoltados por 20 hombres bisoños y mal armados”.  Quedaron, al decir de El Viejo, “… confusos y abismados con la conducta del General Antonio Maceo…”.

No era para menos; en un mismo escenario, el disciplinado General oriental había sido descortés con su Jefe supremo y con el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, recién nombrado, para más añadidura, Mayor General.    

¿Qué puede haber llevado al más glorioso de los Maceo a este comportamiento? Debe ser un secreto oculto en fundas de machetes despalmados, pero es fácil aventurar que las circunstancias, la propia “agenda” de la reunión y el peso de los interlocutores constituyeran para él una presión superior al asedio del mejor militar español.

En La Mejorana se discutió sobre la formación del Gobierno y la conducción de la guerra, cuestiones que, entre coincidencias y divergencias, los tres habían madurado a lo largo de muchos años. Y mientras Martí proponía un gobierno civil con presidente y Consejo o Cámara de Representantes, que no interfiriera a la jefatura militar, Maceo defendía una Junta de Generales con mando y una secretaría general. Gómez y Maceo querían que el Delegado saliera de Cuba a conseguir pertrechos que aquí escaseaban; Martí no aceptaba ese viaje sin antes trabar combate, filo con tiro, en la manigua.

No todo fue contrapunteo. El curtido hombre de armas leyó y aprobó el Manifiesto que, en Montecristi, habían preparado sus dos compañeros de causa. Pero conociendo a Martí como le conocían, como le conocemos, cualquiera se percataba de que habría lastimaduras: “Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación (…) y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo…”, escribió con pluma dolida.

Maceo aprobó el Manifiesto de Montecristi
“… comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo el Ejército, libre y el país, como país y en toda su dignidad representado”, añadía con airada convicción.  

Nadie lo dude: los hombres grandes llegan a serlo porque viven con altura los días más difíciles. El 5 de mayo de 1895 fue uno de ellos, pero el 6, al interior del fornido mulato, el hombre venció al titán. Forzado a entrar en el campamento que sólo unas horas antes les había sido negado, Gómez mismo lo apuntó: “El General se disculpó como pudo, nosotros no hicimos caso de las disculpas como lo habíamos hecho del desaire y nuestra amarga decepción de la víspera quedó curada con el entusiasmo y respeto con que fuimos recibidos y vitoriados por aquellas tropas”.

Curada es la palabra; no hay otra mejor porque el rencor no calaba a estos hombres. En una de sus misivas de cariño, Martí les cuenta a Carmen Miyares de Mantilla y a sus hijos, sólo cuatro días después del incidente: “… venimos de Maceo. ¡Qué entusiasta revista la de los 3 000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba! (…) ¡Qué lleno de triunfos y de esperanza Antonio Maceo!”

En plena colindancia de un mayo, José Martí vivió dos días de soles diferentes: el 5 se desgarró en controversia por la patria, tanto como Maceo, y el 6 fue recibido por éste en su campamento e invitado a revistar y arengar una tropa que sencillamente le adoró. Con abrazos se despidieron estos tres hombres el 6 de mayo, cada uno dispuesto a desbrozar el camino de la independencia.

Concentrémonos entonces en los abrazos: por Cuba, Martí escribió en su Diario esas notas presumiblemente amargas que (dicen) Gómez aniquiló de un tajazo en un combate personal, también por Cuba. Dejemos a un lado las pérdidas y apuntemos a los hallazgos: los gestos de ambos son el pretexto para que de un mayo a otro, en las páginas del Diario colectivo, todos nosotros mejoremos las Mejoranas que aparezcan.

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